Guías educativas transforman la mirada ambiental
El martes, la clase de biología de los estudiantes de décimo grado de la escuela Leonides Morales, en este municipio, tuvo un sabor diferente. Literalmente.
La maestra Brenda Estévez les pidió a sus alumnos que trajeran dulces, y ellos llegaron con chocolates, galletas, marshmallows, cereal, grageas y mantequilla de maní, entre otros.
Las instrucciones: hacer un arrecife de coral. “¿Cómo?”, se le oye preguntar a más de uno. “Ya verán”, responde Estévez, asegurándose de que cada estudiante tenga lo necesario para completar la tarea.
“Lo primero que se necesita es un lugar ideal para que el pólipo (del coral) se pegue”, dice la maestra, mientras los jóvenes colocan mantequilla de maní, miel o jalea sobre un plato plástico. Encima de eso, una galleta y un poco más de “cemento”.
“Ya tenemos el equivalente al bicarbonato de calcio y la base. Necesitamos un cuerpo para el pólipo, que en realidad es el estómago”, añade, y los alumnos ponen un marshmallow sobre la galleta.
Solo el año pasado, cerca de 39,000 estudiantes se beneficiaron de las guías elaboradas por el Programa Sea Grant. En la foto, la estudiante Tamara Nicole Pérez muestra el pólipo de coral que hizo con dulces. (Fotos por Tony Zayas/El Nuevo Día)
El pólipo necesita ahora un exoesqueleto –“para darle soporte y rigidez”–, y pequeños granos de cereal o maní son ubicados alrededor del cuerpo. Con un sorbeto, a este último se le hace un abertura o cavidad gastrointestinal, que sirve de boca y ano.
Mientras uno que otro estudiante sucumbe y se come parte de la tarea, Estévez explica que lo próximo a instalar son los tentáculos, “que son los que atrapan los nutrientes”. Palillos de dientes atraviesan coloridas gomitas de gusanos, que a su vez se incrustan en el cuerpo.
Por último, los jóvenes esparcen grageas, simulando zooxantelas, que son algas unicelulares que mantienen una relación simbiótica con el pólipo.
“Ya estamos listos para formar un coral, colocando todos los pólipos juntos. Aprendimos de qué está hecho el coral y que es una colonia”, resume Estévez, mientras reparte una prueba, que los alumnos responden sin quejarse.
La maestra Brenda Estévez, al centro, describió las guías como “el producto más completo que nos han dado hasta ahora” (Foto por Tony Zayas/El Nuevo Día)
Finalizada la clase, la estudiante María Cruz Irizarry, de 15 años, afirma que “hacer el modelo (del arrecife) con este tipo de actividad, hace que el aprendizaje sea más dinámico y más interesante. No nos aburre”.
“Estamos aprendiendo de manera más creativa. Prefiero aprender con este tipo de experiencia más que con libros y presentaciones”, agrega Daraidy Castillo Irizarry, también de 15 años.
Reclamo
La actividad desarrollada por Estévez forma parte de las guías educativas para maestros, elaboradas por el Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico, y que –por ahora– abordan tres temas: el manglar, las praderas de yerbas marinas y el arrecife de coral. Estas últimas salieron a la luz en noviembre pasado, mientras que las primeras dos fueron publicadas en 2014.
Delmis Alicea Segarra, especialista de currículo y evaluación del Programa Sea Grant, explica que las guías son la respuesta al reclamo de los mismos maestros, de más herramientas curriculares sobre la importancia, amenazas y maneras de conservar los ecosistemas marinos.
Las guías contienen, por ejemplo, el trasfondo científico de cada tema, una presentación para el maestro y las notas de lo que debe decir en clase, planes diarios –con actividades, assessments, laboratorios, prepruebas y postpruebas– y un libro de cuentos
“Todo está alineado con los estándares del Departamento de Educación, que endosó las guías”, dice Alicea Segarra, y agrega que los maestros también tienen disponible un CD con hojas de trabajo, vídeos y música.
“El nivel de las guías es desde escuela elemental hasta superior. Hemos integrado todas las materias: biología, ciencias marinas, ecología, geografía, arte y música; hemos hecho una integración para que puedan ver los ecosistemas desde todas las perspectivas”, resalta.
Hasta el momento, 205 maestros de toda la Isla han recibido adiestramientos sobre las guías y, solo el año pasado, cerca de 39,000 estudiantes se beneficiaron.
“Hicimos un proyecto piloto con 12 escuelas para ver cómo las guías funcionaban y en todas hubo alta ganancia de aprendizaje. Logramos ver un alza en el conocimiento muy grande, y las evaluaciones fueron excelentes”, cuenta Alicea Segarra, tras destacar que el “éxito” de las guías también estriba en que fomentan los viajes de campo y las actividades al aire libre o de contacto directo.
Las guías, igualmente, están siendo implantadas en varias escuelas privadas y con niños que son educados en sus hogares.
Al momento, el Programa Sea Grant está elaborando un cuarto tomo de guías, que abordará el tema del cambio climático. La expectativa es publicarlas el año próximo. Luego, se elaborarían guías sobre el tema de los estuarios y oceanografía.
También hay conversaciones con países de la región, como República Dominicana, Colombia, Perú y México, que mostraron interés en replicar el modelo de las guías, pero con sus propios ecosistemas.
“Hemos tenido éxito y queremos que más escuelas se nos unan”, puntualiza Alicea Segarra, e informa que las guías están disponibles en internet, libre de costo, en seagrantpr.org/es. Para más información, pueden llamar al (787) 834-4726, (787) 832-3585 o (787) 832-8045, o escribir a delmis.alicea@upr.edu.
Fuente: http://www.elnuevodia.com/noticias/locales/nota/guiaseducativastransformanlamiradaambiental-2311309/
Fotos por Tony Zayas/El Nuevo Día